Una cuestión saludable

Uno de los pocos chiringos (virtuales) donde todavía recalo para dejar el comentario de salón, dedica olé a Obama. Palmoteo feliz. No formo parte de los entusiastas del nuevo presidente norteamericano. Básicamente porque no me creí en ningún momento el habilidoso y emocionante “yes, we can”, mantengo cierta debilidad por la Hillary y pendiente queda, en el montón de cabecera nocturna, el ensayo del admirado periodista (y esta vez lo digo en serio) Jordi Pérez Colomer sobre el presi de glucosa y golosina. Son tres razones que admito endebles, y de ahí que reconozca sus virtudes públicas. Un tanto impúdicas, tal vez, como la del niño a la vera y la mención a mamá. Por no hablar de las cincuenta estilográficas. Bien es cierto que el sentimentalismo recaba votos entre el electorado del mundo neófito aquél. No se puede ser un cínico del antiquísimo continente y fouché.

Me alegra, en todo caso, que los yanquis reconozcan que la afirmación individual (y autógrafo) no esta reñida con las prestaciones sociales dignas. Más allá de la picaresca que se impone en los argumentos a favor de la privatización de la sanidad, tengo debatido, setenta veces siete, la importancia de una prestación sanitaria universal, aunque sea de villorrio.

En España, sin ir más lejos, el actual sistema de la eufemística seguridad social se debe a un cara-al-sol Girón de Velasco. Falange, copiando literalmente el modelo republicano que no dio tiempo a instaurar, organizó unas prestaciones sociales tan necesarias como los pantanos de secano. Así que, tanto la izquierda como la derecha, nunca han puesto en duda un modelo que pasa por garantizar el mínimo común denominador y la caja única toledana. Vale, es verdad que los nacionalistas pretenden el saqueo.

Eso sí, y no sé yo qué pensará Obama, pero me parece un tanto ridículo que mis muelas, por ejemplo, queden exentas de un trato justo en el ambulatorio del barrio. Deberé hablar con el mandamás sobre el tema de las limitaciones sanitarias. Pese a todo, espero y deseo que, tomando ejemplo de los falangistas, la pasta andante respete que el pobre pueda seguir (sobre)viviendo.