Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Por qué España debe perder el Mundial

6 de marzo de 2010

A veces, dándole a la Historia, se impone la percepción de que todo pasa pero algo queda. Esta semana, sin ir más lejos, parece ser que hubo un partido de fútbol intrascendente (si se me permite la redundancia a lo pensamiento navarro) en el que un conglomerado de jóvenes españoles se enfrentaba a igual número de semejantes franceses. El resultado, leo en los papeles, fue favorable a los aguerridos nacionales, que, bajo la sinécdoque de la Roja, se impuso por dos goles a cero a los galos/gallos.

Como el encuentro no tenía otra finalidad que la de un entrenamiento a puerta abierta, los chicos de la prensa tuvieron que ingeniárselas para aportar épica a la amistosa gimnasia futbolística. Y ahí es cuando apareció el dato: la selección española llevaba más de cuarenta años sin vencer a Francia. En fútbol y en lo que fuese. El jolgorio, pues, fue soberbio, exultante, con esa francachela insolente tan de gusto español.

Sucede con estas victorias que a más de mil les sacude nuevamente el añejo espíritu del “¡Viva las caenas!” y “Gibraltar español”. Así pues, con el pecho de hojalata, la prensa se afanó en una retahíla verbal que incluyó los consabidos “humilla”, “doblega”, “conquista” y por ahí. Mi escasa pasión patriótica me impide participar de la juerga, aunque con ello consiga cierta perplejidad necesaria para circular por la vida. No censuro a los simpáticos cronistas de gestas ni mucho menos al vocinglero de bandera y bocina. Me preocupa, no obstante, que quede el fútbol como única razón de orgullo para aquellos que necesitan cubrirse con banderas (todas manchadas de sangre y mierda, como nos recuerda Tubau que escribió Flaubert) para ocultar sus miserias.

Imagino, más allá de la prensa y la afición cebada con cebada, las declaraciones que podría realizar el presidente Zapatero si España consiguiese ganar una cosa que llaman Mundial. Tiemblo sólo de atisbarlo. De ahí que desde estas humildes líneas muestro el deseo ferviente de que España pierda el campeonato planetario. Y por razones muy, muy parecidas, pondré velita a San Bernabéu para que el Barça no consiga su cuarta Champions.

Cuestión de higiene moral, en fin.


Factual

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