Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Yo creo que...

27 de febrero de 2010

España es un país ciertamente fascinante. Nadie me lo discuta. Se trata de uno de los pocos pedazos de terruño donde el más parado de los parados tiene incluso concepción propia del universo, sus orígenes y circunstancias. Soy admirador confeso y viejo de Don Mariano José de Larra, un notable cómico que decidió vivir como un rockero, ante la letra impresa y fabulada: vivió rápido, murió joven y dejó un cadáver magullado y con los sesos perdigonados. En fin, a lo que íbamos: Larra ya escribió (¡cosas de moralista curioso!) del gusto español por saberlo todo y contarlo en tertulia, de que el español no es nadie si no lo cuenta. Y de aquellas tertulias, este lodazal radiofónico y tele(in)vidente que todos los días nos inunda la alcoba y el baño. Estos gritones (susurrante odiador de gritos) no sólo confiesan sino que además nunca dudan. Es más: son de una pieza.

Arquetípicos como soldaditos de plomo y plúmbeos, se sitúan a la diestra o a la siniestra del Señor. Ya sea a renglones seguidos o engolando el tiple, nos venden el humo de sus convicciones. Los tenemos de izquierdas, siempre con un pero para con el castrismo, anticapital, buena cena de efluvios químicos y garantes de una banca incompetente a la que secretamente adoran. Luego están los patriotas, por los que siento especial aprecio. Se les rompe España, qué le vamos a hacer. Se les rompe, y los pobres lo llevan fatal. Encima, para más fastidio, los catalanes emperrámonos en ladrar. Alguna vez me da sentimental y finjo escucharlos, leerlos o atisbarlos de reojo. Buena gente, noblotes ellos, deberían viajar un poco más y conocer idiomas, of course.

Pero de todos los credos, crece mi asombro ante el espécimen femenino de las montserratinas, sionistas y liguero. No sé qué les dan a las señoritas catalanas allá por la Bonanova, pero me han salido muy guerreras, y entre Guifré El Pilós y el monte Sinaí, la empanada mental y la histeria de plató televisivo es, cuando menos, preocupante. Más preocupante si cabe teniendo en cuenta que alguna de estas señoritas cría pelo en pecho y ostenta rango de hereu. En fin, en este país uno nunca se aburre y cualquier hijo de vecino con labia para la subordinada hace oposiciones para figurar de mamporrero cejijunto, gritón y convencido en aquel cuadro de Goya que usted y yo conocemos, señora.

Factual

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