Ámbar y arena

A R., amor esperanzador y aguerrido

Será que uno acaba hablando siempre de lo mismo o que mi tozudez se equipara a la realidad, pero no deja de admirarme la capacidad del antiguo periodismo –hoy derivando hacia el mero soporte del márketing- por poner alcachofas a diestra y siniestra, y luego desentenderse de las consecuencias mediante entrecomillado. O peor aún, rasgarse las vestiduras ante las barbaridades a granel del personal. La semana pasada pasó con el actor Willy Toledo, y así vivimos hasta domingo. Ayer la soltó Miguel Bosé. Inefable papito. Afirma el cantante que lo mismo da un Castro que un Gürtel, con todo su desenvuelto devaneo. Claro, las reacciones, como dicen los de la alcachofa, no se han hecho esperar. Del más solidario de los plumillas a la Juana de Arco de los madriles, Doña Espe, siempre presta a difrazarse para la foto.

Entre bostezos y deshojando papeles, la pregunta se impone al frío amanecer: ¿a quién le importan las declaraciones de Bosé sobre Cuba? Es decir, ¿qué hace Bosé fuera de las estrictas paredes acolchadas de la sección de espectáculos? Ignoro (y fingiría si afirmase que me mueve interés alguno) la calidad musical de su último trabajo, que, en principio, era el motivo de su roce con los medios de comunicación. Es así como la crema de la intelectualidad acaba dando lecciones de política comparada.

De esta manera, e igual que se impone el titular aparatoso a la estética cantada, cualquier chiquilicuatre es capaz de subirse a un escenario a berrear o a perrear, ya no recuerdo. No es muy de mi gusto reiterar que, en los papeles y demás media, cada cual debería aparecer según sus méritos y posibilidades. Esto es, Bosé cantándole a Sevilla con la pelvis y Willy Toledo en cualquier sitcomde gracias enlatadas. Todo lo demás suena a bullicio de corral y estrategia de ventas. Soy consciente de que, como decimos en Cataluña, s’ha de fer bullir l’olla (hay que ganarse las habichuelas). Sin embargo, seguirle la corriente a la boutade por unos papeles de más nos hace menos inteligentes. Y menos libres.

Si no se lo creen, mírenme a mí.

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