Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Nunca más volver

20 de febrero de 2010

No comparto el optimismo antropológico en cualquiera de sus manifestaciones diarias y de papel. El pasado jueves, sin ir más lejos, El País entrevistaba al joven escritor vasco Kirmen Uribe, quien sostenía sonriente lo que sigue: “Creo que mi generación, la de los nietos, va a hablar de la guerra de otra manera, asumiendo las culpas de nuestros abuelos”. Tal vez por aguafiestas, mi desacuerdo es considerable. A diario, y desafiando las inclemencias del amanecer, desando por la Diagonal el desfile insurrecto del 39. Y a veces me da por acoplar las divagaciones al paso a contracorriente de los vencedores. Así me pierdo en la historia mínima de mis abueletes y su obligación de una guerra en la que no creían, teniendo en cuenta su absoluta carencia de ideales, que, sin embargo, no evitó que por sentido común y experiencia consideraran que los militares no eran precisamente el mejor reemplazo a una democracia republicana que hacía agua a mares.

De ahí que, a bote pronto, no sienta necesidad de asumir culpas ancestrales, y cargar con ajenas y abstractas me suena a cursilería aborrecible. ¿Para qué? El joven Kirmen Uribe, en cambio, piensa que “para empezar a cerrar heridas hay que admitir lo que se hizo y quién lo hizo”. ¿Para empezar? ¿Cerrar heridas? ¿Lo que se hizo y quién lo hizo? ¡Bendita soberbia la de los nietos! Por no apelar a la ignorancia, pues si en España hubo una transición fue precisamente para restañar heridas y, por otra parte, pocas guerras han generado tal abundancia de bibliografía (buena, regular y deleznable) como la incivil. Así que, más allá de resguardar la memoria consanguínea, no sé qué pintamos los nietos en esa guerra, si no es para tomar el relevo de la vieja cantinela de los buenos y los malos que tan bien sienta a los que se acomodan en una prestada moral salvífica, y en consecuencia, peligrosísima.

Pero, cerrando el inicio, me temo que los nietos, por desconocimiento histórico o mímesis de los cuentos que les contaron para soñar, no hacen más que parodiar el apolillado y áspero enfrentamiento. Me quedo yo con las palabras de un abuelo. Chaves Nogales. Las escribió en 1937: “De mi pequeña experiencia personal, puedo decir que un hombre como yo, por insignificante que fuese, había contraído méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros. Me consta por confidencias fidedignas que, aun antes que comenzase la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había tomado el acuerdo, perfectamente reglamentario, de proceder a mi asesinato como una de las medidas preventivas que había que adoptar contra el posible triunfo de la revolución social, sin prejuicio de que los revolucionarios, anarquistas y comunistas, considerasen por su parte que yo era perfectamente fusilable”.

Factual


This blog is wearing Sederhana, a free XML Blogger Template adopted from Oh My Grid - WP theme by Thomas Arie
Converted to Blogger by Gre [Template-Godown]