Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

El marrón

23 de febrero de 2010

La pérdida de pedigrí político, la paulatina conversión del orador de raza y fuste en el fatigado oficinista kafkiano, la desaparición del etéreo carisma, que nunca supimos exactamente qué era pero conocíamos bien quién lo poseía, ha alcanzado la perfección del gris alicaído en los momentos de máxima zozobra. El ex presidente José María Aznar, que estos días pasea su estampa curtida en cien gimnasios, sin complejo de que te den y a mayor gloria orgasmática de los que siempre vivieron mejor contra él, instauró en Moncloa la dinastía de políticos poco dados a la oratoria y al encantamiento audaz de serpientes. Tipos de funeraria y funcionariado minucioso. En Cataluña, el lacónico y fatigado Montilla quiso hacer de la necesidad virtud y tras los años disparatados de Pujol, se presentó como hombre de acción. Lo suyo eran los hechos y no las palabras. Y aún sigue así: bañado por la luz del flexo y cumpliendo horario con la lectura distraída de informes subvencionados.

El actual Zapatero no tuvo reparos en confesarle a la propia que si él estaba entre aquellas sábanas como presidente, cualquier español podría ocupar su lugar. La oposición, por su parte, situó al más rapaz de los opositores al registro de la propiedad como el más insolente de los oponentes. Los dos perfiles, pues, parecen encajar mejor entre las paredes de una oficina que en los briosos ejercicios de esgrima verbal del hemiciclo. Sin embargo, todo indica que el Congreso ya no es lo que era, y el dúo Zapatero y Rajoy encarna convencido la banalización de la política. Y casi diría su intrascendencia. No molestaría la bajada del listón y el perfil, si a ello no acompañara la soberbia desidia de los incompetentes. Como si en lugar de un estado, nación o lo que más les apetezca -que hoy no estoy yo numantino ni ciudadano-, se tratara de unos simples informes que hay que entregar antes de fichar a la salida, Rajoy ha sido firme frente a las propuestas de colaboración de Zapatero: “El marrón te lo comes tu solo”. Y luego, con el as liado en el sobaco, ha salido a portazo limpio de la oficina.

Factual


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