Antiprogre y traicionando a Brassens pasado por Ibáñez, en la fiesta nacional me levanto temprano. La alegría de disfrutar de una mañana de fiesta sin compromisos. Me doy cuenta, empero-poronpompom-, del provincianismo galopante, a galopar, a galopar, de Barcelona con la soledad de las avenidas y las persianas bajadas de los comercios. Si yo no puedo comprar el Beevor del Día D un 11-S es que mi ciudad es villorrio aburridísimo y fastidioso. Poblacho vago y proteccionista. Putas y sangría. Una ciudad que pudo ser y no será.
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Y la sonriente Noa acompañando el azar del seductor Serrat. Lo siento por los feos y alopécicos palestinoides de botifarrada.