Un miracle

Reconozco que pocas personas me caen bien. Que mantengo una lúgubre concepción hobbesiana hacia el género humano y hacia mí mismo. A Marc Jiménez lo conocí en el instituto. Recelé como perro pulgoso al principio. Demasiado inteligente. En clase de inglés debíamos resolver juntos un ejercicio (lo recuerdo como si fuera esta mañana): yo me puse chulo estulto y él se apiadó de mí con elegancia. La generosidad es una de sus grandes virtudes. Uno de mis pocos orgullos en esta miserable y perra vida es ser amigo de Marc. Hoy nos bebimos un Scotch de 18 años, un Glenmorangie, que certifica, justo en el esófago, la existencia de Dios.

Y que nunca se acabe mientras la vida aguante, amic meu, porque no hay nada más.