La comedia de la vida (o cien años con Carole Lombard)

Hoy llevan los papeles una efeméride feliz. El centenario del nacimiento de Carole Lombard. Digo feliz porque en el trajín de los días que tienen razón uno a veces se olvida de lo que de verdad importa. Así que, merced a la memoria de las fechas, esta noche recuperaré la demoledora sátira To be or Not to Be. Es una de las obras maestras de la historia del cine, y aquí no caben más explicaciones que el porque sí, porque gracias a Dios las opiniones (que no sean compartidas entre dos) importan muy poco ante la excelencia. Pero, además, forma parte de un puñado de dvd’s que nunca pierdo en los traslados. Como algunos discos, un montón asfixiante de libros y unos pocos números de teléfono. Y esta noche, ah, volveremos a ver a la Lombard.

No podemos más que apelar al tópico para alabar a la señora, ya que nos es del todo imposible admirar la belleza sin el complemento de una de las acepciones más aceradas y atractivas de la inteligencia: el sentido del humor. Fue el director Michael Leisen quien la bautizó como “el ángel profano”, pues el querubín renegaba a mansalva. Se casó primero con William Powell y años después con Clark Gable. Dos señores con bigotito, galanes a horario completo y pantalón por encima del ombligo. Trabajó con los grandes de la comedia (Hawks, La Cava, el citado Leisen, Hitchcock, Lubitsch, etc.) y supo estar a la altura de las circunstancias. Declaró en una ocasión: "He vivido con un código de hombres, diseñado para encajar en un mundo de hombres, pero al mismo tiempo jamás olvido que la primera tarea de una mujer es elegir el tono correcto de pintalabios".

Bendita Lombard. Cien años de gloria.