A mí que jueguen a ser Hunter S. Thompson me la trae al fresco, que se metan por la nariz no es problema mío, que tengan que aferrarse a etiquetas comerciales para disimular las adiposidades de su prosa es hasta cierto punto excusable. Me molesta, eso sí, que teniendo tan cerca Lloret de Mar las editoriales le paguen el viaje y los vicios mimados a Marina D’Or al punky de postal, punky de escaparate, que cantábamos de niños. Pero es que en Lloret de Mar a uno le puede ir incluso la vida. Y entonces no sería periodismo punk. Sería puro y sencillo periodismo. Literatura sin cresta, chaval.