Del periodismo de cuerpo presente y siglo XX cambalache me divierte sobre todo la máxima facultativa del contraste de fuentes. Era el blanco y el negro sin apreciar el gris que impone la vida. El contraste de fuentes no es otra cosa que la vagancia mesa-camilla en la redacción e interné, porque todos muy iphone pero luego me abandonaron el taconeo por la acera-la-vi-pasar. Y entonces pasa lo que pasa, que el redactor corta y pega notas de prensa y el gran cronista de calle se convierte en atronador cura y bien pagá. Dos llamadas contradictorias y de ahí sacamos la síntesis hegeliana y el parné. Pues eso es la prensa, que mañana recubrirá el suelo recién fregado de tu piso, mon semblable. Debo reconocer que el periodismo trae consigo, en todas sus variantes imaginables, el trato e incluso la intimidad de personas interesantes, fascinantes y más allá. Tipas y tipos que nunca saldrán en los papeles aunque bien merecieran abrir a tropecientasmil columnas el manchado, las ondas con legañas y las mañanicas catódicas. Por común y mortal son tipas y tipos que se dedican a su tajo con el convencimiento escéptico de que alcanzar un grano de arena en la playa del conocimiento mundano es un logro que bien justifica un buen morir. De ahí que vivan hablando poco, exhibiéndose menos y sonriendo ante la farándula de los plumones pavorrealescos. Son los que hacen mientras fingen que se pasan el día dando de comer pan mojado a las palomas del parque. ¡Pero, ah, el periodista! Desgarradas las vestiduras clama contra los poderosos que le ingresan los cheques por clamar (o sea por desbarrar matando moscas a cañonazos), se impone el trasiego y el colapso cuando cae la tarde y grita, gesticula, llama aquí y allá contrastando fuentes, desfaciendo entuertos de risa, arreglando un mundo de cartón-piedra. Acabada la jornada, y si alcanzó cierta posición entre los vocingleros de la rabiosa actualidad, cenará con el político amigo aquel, que le escupirá la scoop que contrastará al día siguiente con un par de telefonazos. Si no acompañó la suerte, siempre quedarán vacantes en las tertulias de noche y caverna.