Muy indignada me cuenta con el arroz caldoso las mil y una gestiones para conseguir la devolución del dinero de un viaje a Londres. Fin de semana. Parece ser que los intermediarios punto com todavía hoy no habían reparado en el peligro que supone volar entre cenizas. Una muestra significante de los usos internautas del personal, más pendiente de conocer el estado inmediato del vecino de escalera vía facebook que de las plagas milenarias que asolan al mundo día sí y otro también, y que los papeles sin manchas retransmiten sin interrupción. O del twitter y demás ralea. A un paso he estado de darle la razón, deshacerme de la servilleta y, compartiendo su indignación, golpear la mesa mientras me desgañitaba con un “adónde iremos a parar”. He pensado, sin embargo, en aquella maravilla de Kundera que cita Juan José Téllez en el prólogo a Poemas a toda plana.Poesía y periodismo: “Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa, no hace mucho leí semejante sondeo, abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos”. La anécdota mixtificada por Kundera sirvió a Serrat para ironizar sobre la sacrosanta y engreída sociedad de la información: “Mi vecino, aquella noche, se metió en la cama Así pues, no está mal que las cenizas de titular cada vez impresionen menos, y que volviendo a los adustos paisajes de portal y confidencia en los que me crié, valga más la menudencia cotidiana by the face y cotilleo sin maledicencia que los caprichos de agendas informativas, a menudo interesadas, imprecisas, campanudas y volátiles. “La abuelita de Kundera en su pueblo checo Y otro Serrat que me reconcilia con Serrat. Serán las canas incipientes, pero empiezo a apreciar la ironía a pie de obra de Serrat. El mundo está chinao.
convencido de tener el mundo controlado
seguro de ser un hombre muy bien informado
respecto a lo que ocurría a su alrededor”
y la mía en su Belchite y las dos sabían
que el cura era el confidente de la policía.
Nada tenía secretos a su alrededor”.