Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

El socialismo publicitario

20 de marzo de 2010




Iba yo a dedicar estos caracteres (por carácter y biografía) a los gayumbos de Roldán en Bangkok cuando lo trincaron. Me impactó el patetismo estético a los impresionables diecisiete. Y así votamos al cabo de unos meses al Califa de Córdoba y por la pinza. En aquella barra de cuero mullida y color coñac, en el penúltimo gin de la noche más allá de Barcelona, un periodista enorme, añorado y malagueño me contó años más tarde, chaval, toda una operación de maderos buenos que, para cualquier lector de novela (negra), sólo podía remitir a una profesionalidad con un par después de tratar con la peor de las mafias. Será cierto que ahora nos bajamos al moro pagando rescates a los piratas, pero todos los indicios apuntan a una inoperancia política, y no funcionarial.

Y dicha-redicha inoperancia es la que me empuja a escribir sobre tarjetas rojas. La chica Aído ha pagado una pasta de mi bolsillo para fotografiarse contra los cobardes que pegan a mujeres. En la campaña (que, repito catalán, ha costado mucha pasta en tiempos de cólera) han participado un grupo de rostros conocidos por fingir canciones o personajes. No seré yo quien censure el apoquine por el apotegma a los genios de la publicidad. Sin embargo, me molesta hasta el exabrupto faltón esta izquierda buena y magnífica como el mejor de los detergentes, que le deja la ropa impoluta, señora. Busque y compare. También es cierto que lo demás es caspa reaccionaria que se lo monta de liberal.

A falta de políticas sociales eficaces (y por tanto trabajosas y arduas), nada demuestra tanto la inanidad de la izquierda como su apego al márketing populista y cabaretero. La estupidez de los bondadosos encuentra refugio en un ministerio pleonástico y prescindible por insultar la inteligencia del ciudadano. Y a los que clamamos y clamaremos siempre por la enseñanza y la sanidad públicas, el despilfarro de las pijas pajines puño en alto nos mueve al temblor cabreado.

Lo describió con ironía, en el pasado siglo, uno de los más inteligentes y admirables (pese a ser madridista) escritores de este pedazo de Iberia, refiriéndose, esta vez, a otro de los ministerios inútiles. Cultura: “Este contumaz empeño de conciliar administración y cultura, cuando no es interesado, resulta patéticamente inútil e infantil, con la torva inocencia de quienes se empeñan en mediatizar un oficio ajeno. ¡Pero si escribir es precisamente estar solo…! Y leer una costumbre que ni se impone ni se inventa. En consecuencia, respetuosamente pido al ministro y a sus altos colaboradores que visiten y que trabajen mucho, eso sí, pero que hagan lo menos posible”.

Juan García Hortelano. Chapó.

Factual


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