Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Narciso nunca estuvo a 40 de fiebre

19 de diciembre de 2008

*La gripe, en todas sus variantes, tiene una pústula agradabilísima. No se trata de morbo. Más bien de un sano y necesario ejercicio de desasimiento, de ironía autorreflexiva. Es increíble observar cómo evoluciona nuestro cuerpo sin la corrección constante de la voluntad. Pura selva. Igualmente, ahora que me miro desde el techo de la alcoba, me parece fabuloso el proceso químico, farmacológico, que se desarrolla en el interior del organismo. Entre las convulsiones de la fiebre me gusta imaginarlo como una guerra a la antigua usanza: por un lado Amoxicilina y sus aliados, por el otro las hordas víricas y sus hediondos escuadrones del pus. Y los efectos secundarios, ¡ah, maravillosos! Podría decir que se trata de un viaje al futuro para experimentar durante un par de días lo que en la vejez nos aguarda, si no fuera porque la propia química se ha encargado de corregir los pequeños desajustes de la ley de la gravedad.

*Así, con esta facha de personaje del Greco y olor a cuadra, recitar entre muecas los versos de Kavafis:
Recuerda, cuerpo, no sólo cuánto se te amó,
no sólo los lechos donde estuviste echado,
mas también aquellos deseos que, por ti,
en miradas brillaron claramente
y en la voz se estremecieron…”.

Para que luego digas que no te doy ánimos, chaval.

*El ejercicio más placentero que puede realizar el convaleciente mínimamente restituido es afeitarse. Y es que Pla dio en el clavo: “Afeitar-se cada dia, exercir la monogàmia i pagar la contribució són les tres columnes bàsiques d’una societat civilitzada i concreta”.

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