Swing violento

El Festival In-Edit proyectó ayer un documental notable. La vida y milagros de Silvio Fernández. Diremos que respeta las contradicciones de un hombre. Aquello que los plumillas bautizan como "luces y sombras" de una vida. No es más que el retrato del paso al frente. Declara un primo con lirismo empalagoso (mas entrañable) del sur: "Ya de pequeño era muy interiorista".

La principal voluntad de todo documental biográfico debe ser evitar la hagiografía. Y no incurrir en el asombro. "A la diestra del cielo", de Francisco Bech, cumple con temple la premisa moral y, pese a la más que evidente simpatía para con el personaje enfocado, es consecuente con la honradez narrativa. Ahí los hechos y sus testimonios en montaje sintético y sin moralina.

Silvio Fernández fue un suicida pertinaz con mucho talento. Nada nuevo bajo el sol. Un jeta con ingenio y sobrado de ritmo. Era andaluz de Sevilla, of course. De las bases armadas del nuevo imperio romano aprendió el blues y sus derivados contemporáneos. De su calle el flamenco. De la radio los grandes melódicos italianos. La amalgama musical salió estupenda, admirable, incluso a veces genial. Como sólo puede suceder en una tierra completamente subvencionada. Y con un infinito y solazoso palmeo (acompañado del tapeo) por delante.

El documental progresa en carcajadas -maravillosa la historia de García-Alix a propósito de un corto donde Fernández encarnaba a un espectral y morcillesco Johnny Kidd- hasta congelar la risa cuando el hígado revienta. A los cincuenta años ya era carne adobada en coñac y de cañón de la nómina noctívaga y mellada de Jesús Quintero.

Dejó una actitud ante la vida (cuestionable, como todas) y un puñado de canciones perennes. La movida le pilló viejo, en corbata y vaso largo. Cool alcohólico frente a la aguja y el mariconeo. Además escupió un apotegma que me repito cada mañana para que los melenudos de extrarradio no pisen mis zapatos de gamuza azul: "Contra el rock duro, swing violento".