Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

A vueltas con The Wire

3 de marzo de 2016



Me encargaron un artículo para un especial sobre series. Como podía elegir, opté por la más grande: The Wire. No hacía mucho había leído el tocho Homicidio, así que me pareció una buena idea enfocar el asunto partiendo del sustrato literario de la ficción televisiva. Me puse con La esquina –el otro tocho de David Simon que, junto al citado, conforman el díptico germinal de la serie- y no me defraudó. Por pura envidia, cuando uno cierra libros tan buenos piensa que estas cosas solo pueden escribirse en EEUU. Adelantos sustanciosos. Editores con criterio. Una masa lectora considerable y demás excusas. Paparruchas. Simon consiguió convencer a los mandamases policiales para que le dejaran pasar un año entero en el departamento de Homicidios de Baltimore. Allí plantó su tienda de campaña y aprendió cosas importantes, no siendo la menor a beber, pues hasta entonces Simon era un desgraciado abstemio. Su empeño, por otra parte, también contribuyó a acelerar la destrucción de su primer matrimonio. Luego, con el ex detective y co-creador de The Wire se embarcó en la titánica empresa de retratar vívidamente la marginalidad mugrienta de los barrios peores de Baltimore. El trapicheo y la adicción. La realidad más pobre. Lo hizo con espíritu airado pero sin maniqueísmos ni sentimentalismo lowcost. Describiendo vidas al borde del desfiladero a través de una escritura honesta y veraz. 

La lección de Simon no difiere en nada de la imperecedera y sencilla enseñanza chejoviana: para escribir periodismo de calidad y largo aliento solo se necesitan un par de buenos zapatos y un cuaderno de notas.

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