Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Violencia sobre hombres

8 de julio de 2011




En la vida me apasionan demasiado muy pocas cosas. La indiferencia por todo lo demás es a veces pavorosa.

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Los parámetros deontológicos por los cuales, y a diferencia de las soporíferas corridas de toros, la televisión pública retransmite los encierros de San Fermín en horario pueril, según el escritor José María Albert de Paco: “la violencia no se ejerce sobre los animales, sino sobre los hombres”. Chapó.

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Hemingway tal vez sea, junto a cuatro yonquis modernikis que escriben renglones torcidos, la máxima demostración de que la literatura también mata. A los lectores.

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Aguirre aprovecha el micro cerrado para que se entere el mundo todo: “No tenemos ni un puto duro”. Oh, toda mi esperanza depositada en estos neoliberales que sin lugar a dudas rescatarán a España del déficit acumulado.

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Muchos escritores se pierden con el paso del tiempo, envejecen, se olvidan, aburren, cansan ya. Pero ahí sigue Raymond Chandler, con su combinación de mala leche y ternura, resentimiento e ironía, exabrupto y elegancia, siempre.

Ganar delicadeza sin perder fuerza, ése es el problema.

La frase con alambre de púas, la palabra laboriosamente rara, la afectación intelectual del estilo, son todos trucos divertidos, pero inútiles.

Soy estrictamente del tipo de los que se quedan al fondo, y mi carácter es una mezcla no llevadera de indiferencia exterior y arrogancia interior.

Por superficiales y accidentadas que sean la mayoría de las amistades, la vida es un asunto bastante sombrío sin ellas.

Me gusta la gente con modales, algo de intuición social, una educación ligeramente por encima del Readers Digest, gente cuyo orgullo de vivir no se exprese en sus aparatos de cocina o sus automóviles.

¿Por qué diablos esos idiotas editores no dejan de poner fotos de escritores en sus sobrecubiertas? Compré un libro perfectamente bueno... estaba dispuesto a que me gustara, había leído sobre él y entonces le echo una mirada a la foto del tipo y es obviamente un completo imbécil, una basura realmente abrumadora (fotogénicamente hablando) y no puedo leer el maldito libro.

Un personaje en primera persona tiene la desventaja de que debe ser mejor persona para el lector que lo es para sí mismo. Demasiados personajes en primera persona dan una impresión ofensivamente engreída. Eso está mal. Para evitarlo, no siempre deben darle a él la réplica de impacto o la réplica final. Ni siquiera con frecuencia. Que otros personajes se lleven los aplausos. Que él se quede sin chistes, en la medida de lo posible.

Cada cosa que uno alcanza elimina un motivo para querer alcanzar algo más. ¿Quiero ser un gran escritor? ¿Quiero ganar el premio Nobel? No si es demasiado trabajo. Qué diablos, les dan el premio Nobel a demasiados mediocres para que me interese. Además, tendría que ir a Suecia y ponerme un frac y pronunciar un discurso. ¿El premio Nobel vale todo eso? Diablos, no.

Tengo una historia en mente que espero escribir antes de morirme. No tendrá casi nada de dureza en la superficie. pero la actitud de mandarlo todo al infierno, que en mí no es una pose, probablemente aparecerá de todos modos.

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