Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Mudanza

24 de abril de 2011

Espero que mi impericia técnica (HTML) no sea óbice para mantener estas líneas con regularidad de nuevo. Ni la impericia ni la vagancia. Bien es cierto que a la vagancia se añade una dificultad agotadora para la escritura. Reconozco que no tengo la más mínima facilidad para escribir. Me cuesta mundos, teniendo en cuenta, sobre todo, que escribo en idioma prestao y encima mal. Pero, además, debo mantener la guardia alta ante el barroco falsario que me fastidia y frente al yoísmo untuoso de cuasi la totalidad de los blogs (a excepción de tierras libres, aprendices al sol y poco más o nada).

Prometo, pues, mantenerme al margen. Extrarradio. Y hablar únicamente del cuerpo que habito -mi prisión, oh yeah- cuando no tenga más salida el callejón.
Espero mantener de nuevo, pese a mi natural vagancia e impericia técnica (HTML), estas líneas con una regularidad razonable.

*

Toda mudanza es insidiosa, pero crea ilusiones. La ilusión de cambiar. Por fin leer todos los libros que transportamos huraños de punta a punta de la ciudad, merced a los amigos piadosos y con vehículo propio. Toda mudanza comporta el deseo de la piel. Del cambio de piel. Como los propósitos de año nuevo, el nuevo habitáculo nos impele a la autosugestión mentirosa: "voy a ser mejor persona, fumaré menos, haré deporte, sonreiré en las fotografías, acariciaré a los niños cabezones, no volveré a gritarte que tu novio me parece un calvo holgazán impresentable".

*

Revisito Munich, de Spielberg. Gran narrador, inmenso cineasta, lastrado por el didactismo de taquilla. Moralina y subrayado pueril. Sentimentalismo aberrante. Aun así, quede un diálogo conmovedor. En las ocasiones que la vida brindó, los hoteles buenos demostraron que hay posibilidad de un hogar propio, elegido. Una tierra de paso, con luz cálida, jazz arrastrado, barra pulcra, buena copa y servicio eficiente. Un no land hecho terruño:

-¿Puedo sentarme?
-Sí..., pero mañana tengo que madrugar.
-¿A qué te dedicas?
-A un trabajo que empuja a la bebida.
-Entonces debemos de dedicarnos a lo mismo...
-Me gusta tu acento.
-Y a mí tu perfume.




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