Decía muy bien Eduardo Mendoza que la novela está a un paso de la muerte, pero que la narración que explica la realidad debe seguir no se sabe cómo. Yo apuesto, después de chutarme las cinco temporadas de "The Wire", por la pantalla, grande o pequeña, todo es cuestión de gustos. Ya sé que ahora las feministas las prefieren grandes, pero las mujeres que valen la pena prefieren los buenos preámbulos y siempre han tenido el punto G en el oído. Las damas.
"The Wire" es el ejemplo máximo del reciclaje de la novela por entregas decimonónica. A partir de una estructura narrativa clásica, cuenta unas historias puramente adictivas. Cuenta la realidad. El Baltimore de "The Wire" es el mismo escenario inventado por los grandes: La Ítaca de Homero, la Jerusalén bíblica, el Londres de Dickens, el Madrid de Galdós, el Oviedo de Clarín, el París de Balzac, el Yoknapatawpha de Faulkner, el páramo yermo de Rulfo, Los Ángeles de Chandler, el Guinardó de Marsé-etc-etc-etc...
Mienten, luego dicen la verdad.
"The Wire" está a la altura de La Comedia Humana. Diría que de Proust, si no me faltaran cuatro entregas. "The Wire" es la salvación de la novela, de la gran novela.
El detective Jimmy McNullty. tiene tendencia a presentarse en las casas del personal a altas horas de la noche cuando pasado de copas. Por ejemplo, en casa de su compañera Kima, lesbiana.
-(Novia de Kima, refiriéndose burlona a McNullty): "¿Un chico enamorado de ti?
-(Kima): "Aún peor. Un hombre que se siente solo"
Esto es "The Wire". Narración pura y dura. Cuando (h)ojeo el actual panorama de novela negra, me río.
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«la vida de los demás, si los demás no están en las novelas o en las películas, le merece apenas un vistazo por encima del hombro y una consideración aburrida»
Alguien debía tener los redaños de reconocer la miseria moral de los que leemos y miramos demasiadas películas. El último Marsé, que sale en librerías next week.
