Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

La vida palmeada

4 de diciembre de 2010

Flamenco, flamenco

La melomanía de Carlos Saura y su especial predilección por el flamenco quedan fijadas en la realización en 1955 del cortometraje Flamenco. Cuarenta años después el título le serviría para abordar de nuevo el género mediante el largometraje (Flamenco, 1995), y ahora dobla la apuesta con Flamenco, flamenco. En esta última ocasión, el envite tiene trazas de homenaje final, de última aportación pasional a las cálidas y desgarradas raíces sureñas. No en vano, Saura, a través de una sucesión dramatizada de los distintos palos, aúna la tradición y la modernidad del flamenco con la invocación de clásicos como Manolo Sanlúcar, José Mercé o Paco de Lucía (presente en otras incursiones en el género musical del director aragonés como Sevillanas, 1991) y una nueva hornada de artistas que incluye nombres luminosos como Miguel Poveda, Sara Baras o Niña Pastori. Saura, pues, rinde tributo a los clásicos presentando a unos nuevos valores que revitalizan el género apostando por una fusión que dinamita ortodoxias. Al igual que hizo en Tango (1998) o Fados (2007), Saura fusiona distintos lenguajes artísticos para ofrecer una fantasía de abstracciones coloristas. Siempre presente la estética onírica del musical clásico (y aquí la fotografía Vittorio Storato impone norma y ley), el relato de Flamenco, flamenco se acoge al lirismo metafórico del cante jondo apoyado por unos escenarios que recrean el cromatismo de un Romero de Torres. Sin embargo, huyendo de tentaciones exóticas o esteticistas, se impone una sobriedad formal sólo alterada por el desgarro en el alarido y el trémulo zapateado.

El film, tal y como explica su director, es un viaje por las edades del hombre y los ciclos vitales. De esta manera, el nacimiento (la nana flamenca), la infancia aglutinadora de las primeras experiencias (música andalusí, pakistaní...), la adolescencia (son los palos más “sólidos” y “vitales”), la edad adulta incorpora “el cante serio” y la vejez y la muerte se resuelven con el cante de “sentimiento puro”. A estos ciclos vitales debe añadirse el “renacer”, protagonizado por los nuevos talentos del flamenco y que representa la parte más festiva de la narración. Con todo ello, Saura hilvana un fresco existencial, un recorrido de música y baile de indudable maestría. La propuesta, qué duda cabe, encaja con la voluntad del director de alejarse de modas imperantes reafirmándose en la excepcionalidad. Pese a todo, Flamenco, flamenco no está concebido sólo para el disfrute de los amantes del flamenco, sino que su suntuosidad visual, acompañada de las magníficas ejecuciones musicales, lo hacen apto para todos los públicos. Se agradece, entonces, que directores como Saura vuelquen toda su pasión en proyectos a priori minoritarios, pues demuestran que el lenguaje cinematográfico tiene todavía posibilidades más allá del más encorsetado de los mercantilismos. Ahora que el flamenco ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad es un buen momento para (re) visitar una de esas salas que antaño llamábamos cines.

Dirigido por, diciembre 2010

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