Ayer maestro Arcadi Espada lincaba a Mujer-Pez. Parece ser que la escéptica, tres veces guapa y admirable pescaílla se emocionaba con la Merkel. A los sionistas -y sus medradores- les pone mucho que los germanos rompan con sus antiguos aliados infieles y atómicos. Hace unos días (y esta Barcelona con aguacero y que se sonroja hipnótica cuando la tarde cae con pereza en otoño, y ya lo dijo el mejor de los mejores Marsé que incluso en sus peores momentos siempre ha sido una "ciudad habitable") reencarné a una de las mujeres de mi mísera existencia. Fui feliz otra vez en el Bauma. Milagros de la vida que las mujeres a las que amo vienen y van pero siempre están. Será que no estoy hecho para la lumbre del hogar, televisor, y berrido nato y mínimo al final del pasillo...
Mi amiga, y vayamos al asunto, me decía que la alemana, comparada con la media de politicastros europeos (Zapatero, el francés de los zancos y su hijito, el putero-futbolero italiano y por ahí), tenía su miga. Of course. Aunque uno no entienda de poder político sin el polite british.
En conclusión, aluciné con las declas de la guiri:
«Comenzábamos a trabajar en la Academia de Ciencias a las siete de la mañana y no salíamos hasta las 16.30 horas. Las últimas horas no rendíamos, pero teníamos que cumplir el absurdo horario. Estaba cansada y, cuando escuché a Schabowski, no pensé que fuera a pasar. Llamé a mi madre. También lo había oído y bromeamos. Pasaríamos al Oeste ¡para ir a comer al Kempinski!»
Joder, una jornada diaria de siete horas y media (puro comecocos-ccoo). Nada asombroso. Bien es verdad que, según titulares de los papeles, los españoles encabezan cabezones las listas europeas de los que más horas dedican al tajo produciendo menos. De ahí que uno esté a favor de la conexión internauta y contra las oficinas. Y esta maravilla:
"El improbable trayecto de Merkel, desde hija de un pastor luterano en la RDA hasta la cima de la política germana, como jefa de un partido conservador occidental de predominio masculino, se explica en parte por su cultura protestante del trabajo"
"Se explica en parte por su cultura protestante del trabajo". El gran problema del periodismo no es que interprete (ojalá tuviera los güevos de Tolstoi y Galdós), es que directamente simplifica pijo y poshmoderno. Deja de pertenecer a la literatura cuando no tiene en cuenta el factor humano (individual, si me permiten el pleonasmo), que es el único que cuenta (válgame sin redundancias). A los católicos nos llama vagos. Como decir "el catalán emprendedor" mirando de reojo al traspuesto sur.
Mi padre se levantó durante demasiados años a las cuatro. Sin bocata ni mono grasiento. Era un corbatas de zona franca e hijo del Transmiserià. De seis a dos. Luego, por las tardes, hacía proyectos bienpagaos de delineante (su gusto y placer), aunque su orgullo, siempre me comenta, fue dar la talla enhiesta cada noche en el lecho conyugal. En su mejores tiempos, cuando consiguió su lugar en el sol, pese a una mujer enferma y demasiados recuerdos heridos, se levantaba a las seis. Me jodía tanto escucharle fingiéndose un baritono en la ducha, que no puedo más que sorprenderme imitándole. Encuentro al final de su dura mirada el desamparo infantil en el espejo empañado de cada amanecer. "me'n vaig a misa", se excusa, circunspecto y pucheros Jumilla, los domingos por la mañana cuando voy a verle.
"cultura protestante del trabajo", dicen los semiparados, modernikis y vagos remolones del periodismo hispánico.
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Ya no tiene edad, y perdió la base de la escritura: la concisión. En el caso de los modernos, tiene que ver con la farra. Cuando dejan la experiencia aspirada, se tornan plastas y abstractos. Babas y metáfora. Pese a todo, le tenemos cierto cariño, aunque sólo sea por aquel "Peor para el sol" de ojos azules y Santa Bárbara, que nos saqueó el corazón. Su último tema prisa tiene puntos chulapones que suscribimos:
