Vasos de plástico

Bajo a por un sándwich, y la cafetería, por un momento, no me pertenece. Al observar a la vidente que fuma con ansiedad patológica mientras emborrona cuartillas pienso en el Joe Gould contado por Joseph Mitchell. Caviloso, en una mesa contigua, un artista de la astrología perfecciona con un bolígrafo de punta raída una carta astral. La soledad de las ciudades modernas es un boulevard de sueños rotos con muebles Ikea, vasos de plástico, hilo musical y bocadillos recalentados. Libro de autoyaduda para esa mujer que demora la vuelta al silencio del hogar y la oscuridad de los ansiolíticos. Irresistibles cinco minutos frente a los cristales que encuadran el cruce entre la calle Comte Urgell y la Avinguda de Sarriá. Cada uno tiene sus fetiches y a mí siempre me pudo el ensimismamiento de pecera frente al latido encendido de las avenidas de noche. Sin conversación apenas. Alguna vaguedad de moleskine o un endecasílabo desafinado y campanudo. Antes podía pasarme noches enteras así, pero hoy me esperan.

-Viernes. Día del Señor. O sea el estreno de "Gran Torino".