No sólo ha sido uno de los mejores cronistas de la Barcelona de los últimos veinte años, sino que yo me apuesto el escroto a que ha sido el mejor. Pasa que andar cansa. Y cambió la calle por los papeles. Sus libros se debaten, pues, entre la vida y la letra. Por un lado, Samaranch, el deporte del poder (escrito al alimón con Jaume Boix), Contra Catalunya y Ebro/Orbe. Por otro, Diarios, Informe sobre la decadencia de Cataluña reflejada en su estatuto, El terrorismo y sus etiquetas y este Periodismo práctico. Por el camino de en medio Raval. Como escapada, Dos hermanas, Un instante de felicidad y Josep Pla. Más allá del entredicho en cuestiones literarias (pide el Nobel para un tal Dawkins, cuando nosotros lo pedimos para el gran Philip Roth. Mantenemos, en todo caso, el común sarpullido frente a la “literatura de ideas”), pocos en este país han destripado la realidad tipografiada de los días como Arcadi Espada. Con una ironía extraña en Madrid y un prurito sarcástico que incomoda en Cataluña. Perro verde. Decíamos del trotacalles: supo distanciarse tanto de la ciudad que nunca fue (por mucho que se emperren los elegíacos) como de la vindicación happy-zopenca del Visc(a) BCN! La crucial y templada (des)colocación del cronista, que escupe a los melancólicos.
Virtud (una entre mil, of course) de Arcadi es que siente verdadero amor por su oficio; de ahí que a ratos, muchos, demasiados, lo odie a muerte. Periodismo práctico es un buen ejemplo. Una guía del fastidio contado mediante el didactismo (en noble acepción) de maestro y coña leninista. ¿Qué hacer? Las soluciones son cabales y al mismo tiempo dinamiteras. Valga la muestra de los prejuicios, sin los cuales uno, así de ejemplo, no podría escribir gacetillas de cine:
“Este consejo tan neciamente idealista que le dan a los niños cuando acuden a las ruedas de prensa o se encaran con cualquier personaje: “¡Id sin prejuicios!”. El ejemplo de Montanelli. Fue siempre con todos sus prejuicios enhiestos. A matar o morir”.
Y algún pero: “como en las novelas policíacas, el autor nunca debe saber más que el lector”. Ejem, es sabido que la literatura de ficción no es precisamente el fuerte de Espada. "-¡Cómo que por qué?” Pídale cuentas a William Irish.
En fin, y volviendo al periodismo, que me interesa muy bastarda y tangencialmente, me acordé de otra maravilla parecida a Periodismo Práctico. De hecho, su primo hermano. Igual de útil y modernísimo (pues la posh-modernidad resultó un camelo):
"Cuando ya no haya adelantos que propagar, injusticias que denunciar, débiles a quienes amparar , fuertes a quienes contener, entuertos que enderezar, aspiraciones que defender, teorías que discutir, verdades que investigar, leyes que combatir y hombres que mejorar… Entonces, el último periodista escribirá esta gacetilla:
“Para dedicarse a la felicidad de vivir deja de pertenecer a la redacción de este periódico, don Fulano de Tal, que era su único redactor”.
Rafael Mainar, El arte del periodista.
Lo último de Espada, como todo lo suyo, hay que leerlo y sobre todo subrayarlo. Y el tráiler hay que escucharlo. Por la voz femenina, claro.