Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Una ruptura moderna

6 de octubre de 2011

En 1961, Pietro Germi dirigió Divorcio a la italiana, un film que, a manera de sátira rural y de esperpento gótico, planteaba soluciones francamente drásticas a los corsés legales que a la sazón restringían el divorcio en la legislación italiana. Con el paso de los años de aquella comedia queda en pie básicamente la interpretación memorable y con tic facial de Marcello Mastroianni. En cualquier caso, la película de Germi fue un éxito de aquellos que llaman de crítica y de público, así que una década después, concretamente en 1972, volvería a la fórmula de la comedia costumbrista con El divorcio es cosa de tres. En esta ocasión el resultado no fue tan feliz, aunque demostró que las barreras burocráticas ante la pasión furtiva son un filón inagotable para el género de la comedia. Y si traemos a colación la referencia latina es por la traducción española del film de Mika Kaurismäki, que llega a salas patrias dos años después de su estreno: Divorcio a la finlandesa. Representa también la vuelta del hermano mayor de Aki al cine finlandés después de veinte años en tierras brasileñas. Puede que los ardores tropicales y carnavalescos hayan influido a la hora de abordar una historia de ruptura imposible desde el desbarre y el histrionismo desmedido. La brocha gorda. Divorcio a la finlandesa narra la degeneración moral de un matrimonio obligado a permanecer bajo el mismo techo justo antes de divorciarse. El presuntamente disparatado punto de arranque tiene mucho de realismo lúgubre y de reflejo corrosivo de una situación no tan infrecuente en el momento actual. De alguna manera recuerda aquellas tretas picarescas de la posguerra española que Ferreri/Azcona retrataron en El pisito. A juicio del propio Kaurismäki, Divorcio a la finlandesa es el intento de acercarse a la comedia más enloquecida y clásica de la mano de referentes tales como Lubitsch, Wilder y Sturges. Ahí es nada. Tal vez el reconocimiento de los clásicos se deba a la acidez del tono y a una batalla dialéctica, campal y sin cuartel entre sexos. Así pues, el matrimonio resquebrajado de Yrsa y Wolffi intenta mantener una cortés y sensata convivencia antes de encontrar comprador para la casa. Sin embargo al poco tiempo el civilizado pacto de no agresión deviene una guerra psicológica e incluso física utilizando principalmente el azote de los celos. A la manera de La guerra de los Rose, la película acelera a medida que el metraje avanza la enloquecida espiral de afrentas y venganzas matrimoniales. Tanto es así que la comedia negra se trasmuta en un drama con toques de thriller. Sin ser un film redondo, Divorcio a la finlandesa supone un esfuerzo meritorio por convertir en excepcional una situación corriente y moliente, ya que en las sociedades nórdicas no es raro encontrar a parejas en proceso de divorcio conviviendo en la misma casa. De esta manera, la reflexión acerada que plantea el film es cómo las pulsiones primarias van corroyendo un acuerdo a priori sensato y encarado de manera civilizada. Aunque sea partiendo del tópico de la frialdad y civilidad nórdicas, el relato desmenuza con buen tempo la paulatina degeneración del matrimonio. Las situaciones que plantea desde el inicio responden a la tipología de los personajes. No es de extrañar, pues, que si Yrsa flirtea con un hombre, Wolffi no tenga más remedio que contratar los servicios de una prostituta para devolver el golpe. El crecendo de despropósitos está bien medido, pese a que el enloquecimiento desmadrado acaba por imponerse. Y es aquí cuando debemos volver a los referentes. No es la primera vez ni será la última que directores de la solvencia de Kaurismäki citan a los grandes como fuentes de inspiración de una comedia trepidante, lúcida y envenenada. Sin embargo, el homenaje se convierte en arma de doble filo, pues al ser conscientes como espectadores del conjuro es cuando más cuenta nos damos de la dificultad que supone pergeñar una comedia genial. No se encuentra esta Divorcio a la finlandesa entre las grandes, entre las obras inmarcesibles de su género, pero no por ello hay que dejar de reconocerle viveza y originalidad. Tal vez sea en la voluntad de acaparar géneros donde mejor se refleja el talento del realizador. Como en el más complejo Chaplin (otro nombre invocado en las entrevistas promocionales y no tan promocionales) es imposible deslindar la comedia de los resortes propios del drama. Una lección bien aprendida por Kaurismäki. A esta ubicación fronteriza del film entre la comedia y el drama, entre una comedia crítica con toques de astracanada y la tragedia que esconde la aparente normopatía, hay que sumarle un enredo a manera de thriller con banda asesina y con guiño a Ika incluido. En conclusión, Divorcio a la finlandesa resulta un encomiable ejercicio de acercamiento a la realidad mediante una turbia comedia menos inofensiva de lo que puede parecer a simple vista. El desfase marca de la casa no empaña un planteamiento brillante y unas situaciones de absurdo milimetrado. La mejor lección que ofrece el film es la grandeza de la comedia y sus dificultades constructivas. Tampoco es desdeñable la apuesta por un guión fronterizo que anuda géneros dispares con la intención de imitar a la vida. Una cotidianidad que, pese a nuestros empeños y denuedos, nunca consigue ser tan plácida y civilizada como pretendíamos. Funciona y es creíble en su descerebrada caída libre en el pozo de la miseria gracias a unos actores que saben trasmitir a golpes de aspaviento y a voz en grito el esperpento de una ruptura moderna. Dirigido por, Octubre 2011

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