La principal preocupación es encontrar un sustitutivo al premio por el punto y aparte, a las esperas en la puerta del cine, a los momentos en que gracias a los dedos ocupados no estrangulamos a ciertos interlocutores, al después de, con el primer café, la buena lectura o una canción.
Si yo fuera un moderado no me vería en estos trances de radicalismo radical.
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En la confrontación psicológica con el enemigo agazapado en las entrañas, me digo que todo lo huelo, que braceo sin cansarme hasta el horizonte y más allá y que soy el esprinter mejor del parque. Ridículo, claro, pero hay que mantener la guardia alta. El ataque de imágenes y sensaciones recobradas es feroz.
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Opino con Jarmusch que toda la culpa la tiene el cine. Nos dijeron que podíamos ser héroes y ahora nos riñen porque parecemos villanos.