En estas mañanas viajando con Bouvard y Pécuchet no puedo menos que quitarles la presunta razón a los que certifican la defunción de la novela. Por respeto a la moderna vivacidad deberían fijarse menos en los estantes de novedades.
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Absoluta devoción por Allen en los cines barceloneses. Unas colas desmedidas e insoportables, tales como la devoción barcelonesa por un director que, seamos claros, nunca ha sido Lubitsch. A mi acompañante, que llega antes a la sala, no se le ocurre más ocurrencia que comprar entradas para En un mundo mejor. Y como la edad civiliza, aguanto todo el metraje de filípica nórdica y adusta en silencio minimizado. Respirando honda, lentamente.
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Sí, reconozcámoslo. Los racistas, si con posibles, incluso dan más grima.