Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Yo fui un blouson noir

24 de enero de 2009

A Deborah, que sabe de lo que escribo.

Entre Johnny Kidd y Lord Byron fraguamos una adolescencia cuyo reino no era de este mundo. Más bien una narración fantástica que inventaba sus sábados noche cinematográficos. Billares y jarras de cerveza. Rock’n’Roll. Ellas vestían falda almidonada y lo que el viento se llevó. Guardo la chupa de cuero, como cota de malla que atestigua mil batallas, en el armario. La adrenalina con acné imponía la ley del talión. Sabíamos bien que la guerra contra el pijo era una equis fija a nuestro favor. Con los heavies variaba el asunto. En casa (carrer Prim, Lleó, Bar Trebol), con una defensa férrea y jugando al contragolpe, la posibilidad de victoria era considerable, y ganamos con buen juego algún que otro partido. En campo contrario (Salut, Llefià, Santa Coloma de Gramanet), te podía caer un chaparrón de hostias tan fatal como un 5-0. A mí, por dandy, siempre me deprimió la mugre: los tipos con pantalones elásticos, bigote y melena de mujer que escuchaban un rock malo de guitarra estridente y voz de castrado. Un muy mucho de horteras analfabetos. Y un poco invertidos. Partidario de suspender el partido (no fotem, no fotem…), me encomendaba al diablo cuando el choque se hacía inevitable y me encontraba cara a cara con un charneguillo que esgrimía una camiseta de Iron Maiden. Lo dicho: 5-0 y para casa.

Al final, el horterismo paupérrimo de los heavies resultó entrañable. Mas cansado del puritanismo rocker, a los diecisiete años empecé a frecuentar bares de mods. Descubrí a los Kinks, Bob Dylan, Van Morrison, el jazz, la poesía de Yeats. Y también a chicas maravillosas con mínimas braguitas de algodón níveas. Pero ésta es otra historia.

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