Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

Un adiós

24 de diciembre de 2008

Comúnmente se dice verle las orejas al lobo. Entre las múltiples fascinaciones de los aledaños de la escritura se encuentra el alcohol y las drogas. Oficio de putas tímidas y muy solas, la literatura busca refugios donde guarecerse de la insatisfacción, los complejos atávicos, el corazón agrietado o el instinto suicida. No hay más ni mucho menos moralismo posible. Aunque los que sabemos del cadáver joven abjuramos de su belleza cercenada, por ejemplo, por un accidente de circulación. Y mucho alcohol.

El artículo del escritor Ramón de España me pareció lo más noble que se puede escribir sobre un amigo que se escapa acodado en una barra de bar náufraga. Es el adiós de un superviviente a otro ser querido que se va en su nave fúnebre. Vivió como quiso y buscó sin piedad su final. Incomprensible que los que rieron las gracias del desesperado, ahora se indignen por la sinceridad del último adiós de un amigo que apostó por el Vichy. Un adiós necesario cuando uno quiere preservar la vida y mantener el hígado fuera del alcance de los niños.

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