Todo ese despliegue de la Expo-2008. Navajazo en el hígado ahora que se desploman los índices con nombres propios. Particulares como el tal Dow Jones. Arquitectura de plástico acariciando lánguidamente el Ebro. Hoteles estrellados. Cartón-piedra. Ángulos violentos, a machetazos, combinados con una cimbreante oquedad de naves sin utilidad conocida. Y un erecto puente de San Francisco minimalista.
Todas las ciudades quieren su Silicon Valley. Pero a lo lejos no se otean verdes praderas sin fin.
¡Los Monegros, coño, los Monegros!