“Dos años antes de morir, Raymond
Chandler escribió a su agente de Londres: “He vivido mi vida al borde de la
nada.” Sentía la vida con gran intensidad, y esto contribuyó a hacer de él uno
de los mejores novelistas de su tiempo, con un alcance emocional que pocos de
sus coetáneos pudieron conseguir. Como principal exponente de la escuela del “hombre
duro” en los relatos de misterio, Chandler era también un poeta romántico.
Durante su vida alcanzó la fama como novelista, y el héroe de sus libros,
Philip Marlowe, era conocido por millones de lectores. No obstante, la
sensibilidad emocional que hizo posible este logro literario también le hizo
desgraciado como ser humano”.
(…)
“Chandler era honesto en su modo de percibir la existencia
ordinaria, pero también poseía un sentido de las posibilidades y aspiraciones
humanas. Era en parte un soñador, un poeta de los ideales de amor, belleza y
generosidad. Debido a su gran conciencia del abismo existente entre estos dos
niveles de la realidad, sufría intensamente. También estaba sujeto a impulsos
contradictorios, que controlaba lo mejor que podía mediante el orden
excepcional de su mente. No es ninguna sorpresa que este exponente de la
ficción “dura” llevase una vida retirada y extremadamente íntima. Era tímido y
retraído, suspicaz con los extraños e incluso hostil hasta que descubría que
podía confiar en ellos. En terreno seguro, se mostraba amable y ocurrente, tan
gracioso como sus libros. Pero al igual que su detective de ficción, siempre
estaba en guardia y al mismo tiempo era consciente de sus propias
peculiaridades. “Soy estrictamente el tipo del todo o nada –escribió a Hamish
Hamilton, su editor londinense, contestando a una invitación a una cena en su
honor-, y mi carácter es una desagradable mezcla de timidez externa y
arrogancia interior.”
La vida de Raymond Chandler, Frank
MacShane