Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

El Fénix peliculero

25 de octubre de 2010

Tradicionalmente, el cine histórico español ha basculado entre la campanuda epopeya de cartón piedra y un realismo sucio a ras de lodo. Si el primero ha servido menos para cimentar que para remendar los maltrechos muros de la patria, el segundo ha escondido muchas veces la crítica a una sociedad paupérrima con cuatro vividores con finca y coto de caza. De Don Mendo hasta marranas y celestinas parecía como que el cine zurcido en el estado estuviera condenado a esta dicotomía básica y fatal. Para recuperar el esplendor y miseria de unos siglos dorados (que atendiéndonos a la imaginería surrealista también lo fueron de mierda) llegó Alatristre y su pica en Flandes. El cine español, entonces, vio la oportunidad, mediante coproducciones e ingente financiación, de alcanzar la síntesis entre la epopeya aventurera y el realismo descarnado. Lope continúa con la apuesta. Y para ello escoge la biografía del poeta y dramaturgo Lope de Vega Carpio, conocido en la pandilla como el Fénix de los poetas. Como ha sucedido con la mayoría de biopics y recreaciones de episodios vitales de poetas y otros artistas hay más de mala literatura que de buena vida. Desde aquel saltimbanqui Villon de Douglas Fairbanks, Jr. hasta el Shakespeare amanerado y henchido de amor, pocas veces el cine ha conseguido eludir el tópico y el almíbar para explicar unas vidas mucho más atractivas y poliédricas que sus remedos de celuloide. Lope, pues, no es una excepción.
A diferencia de Cervantes, del que se ha escrito de todo por desconocimiento absoluto, Lope se encargó de relatar su biografía a través de retales literarios sabiamente distribuidos a lo largo de buena parte de su obra. Como señala el profesor José Manuel Blecua en la introducción a la "Lírica" de Lope de Vega: "Ningún poeta español transmutó en tantos poemas bellísimos su agitada existencia como Lope de Vega, y los límites entre vida y literatura son muy difíciles de establecer. El propio poeta tuvo conciencia clara de esta situación". Sin duda no faltan la hipérbole y la mixtificación sentimental en un autor tendente a la indiscreción y la exhibición emocional, pero, al mismo tiempo, conformó una guía para esclarecer mínimamente su vida y circunstancias.
En "La Dorotea", una maravilla literaria recomendable, sobre todo, para aquellos que creen que la ficción autobiográfica nace con la posmodernidad, Lope recrea uno de sus episodios biográficos más célebre: su relación con Elena Osorio y el posterior destierro en Valencia. En el film, el episodio se mezcla con la relación que años más tarde tuvo con Isabel de Urbina conformando así un triángulo amoroso que sirve de percha cómoda a la narración dramática. Además de estas licencias, exasperan los diálogos de inverosímil sintaxis (una tendencia nacional a hacer que los personajes hablen en subordinadas) y esa concepción de la creación literaria como el camino más corto hacia el catre. Es cierto que en tipos como Lope, antecediendo a los románticos más descocados, se advierten maneras de rock'n'roll star, pero las melindrosas muestras de ingenio público que describe el film (al más puro estilo Cyrano) son francamente gratuitas. Ciertamente la ingente producción literaria lopesca (en la línea de los compulsivos Simenon o Balzac) demuestra su facilidad de palabra escrita, aunque su versión cinematográfica muestre constantemente su dilapidación de salón nobiliario.
Nacido de modesta cuna y a causa de los celos maternos, según él mismo reconoció en la "Epístola a Amarilis", encontramos a Lope justo a la vuelta de la campaña de las Azores (¡paraje de tanta épica bravía!). Los primeros compases del film sirven de presentación del joven ambicioso que en la capital busca su lugar en el sol. Pronto descubre el teatro y empieza a escribir comedias y sonetos (inevitable la escena de su noches ante los papeles y sus semanas sin comer ni dormir) hasta alcanzar gloria progresiva. Como vemos, según el inicio del metraje, Lope sigue a rajatabla el patrón de la narración del aprendizaje del joven artista. Podría sr Lope de Vega o un particular. Bien es cierto que en el primer tramo del film, y antes de la trama amorosa, el film impacta por una buena ambientación y una recreación conseguida de referentes pictóricos del barroco.
Lope, además, fue un dramaturgo popular que revolucionó los corrales madrileños con su concepción novísima del teatro. El arte nuevo de hacer comedias plantea un teatro de masas que asemeja el cine comercial en su acepción noble. En las comedias de Lope, al igual que en las isabelinas, está en germen toda la screwball comedy. La acción absorbente, el ritmo ágil, los diálogos de esgrima dialéctica son marca de la casa que, sin embargo, este Lope contemporáneo no sabe utilizar. En el film de Andrucha Waddington no se encuentra atisbo de ironía, uno de los rasgos principales del teatro de Lope de Vega, sino más bien gravedad afectada. Para no excederme de gruñón, valga remarcar un notable diseño de producción y una loable dirección artística, que han conseguido un Madrid vívido del seiscientos en medio de Marruecos. En definitiva, una producción de considerable magnitud que se presenta como alternativa en la carrera de los Oscar. Queda fantasear solamente en la gracia que le podría haber hecho al peliculero Lope verse reflejado en celuloide. Aunque esta vez el relato diste tanto de sus principios del arte nuevo.

Dirigido por, nº 404, octubre 2010

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