Extrarradiografías

      
Sólo conozco el mundo cuando escribo.       
Joseph Roth       

La ciudad de las patrañas

13 de junio de 2009

Entre los preparativos de mudanza, "la cartera plena de feina per després" (Ferrater dixit) y las musarañas, quedan huecos para David Mamet y su La ciudad de las patrañas. Me gusta el estilo de Mamet en las distancias cortas del artículo y la vaguedad de moleskine. Subjetivo y sin melindres. Con la austeridad estilística propia de los estadounidenses, se aferra al principio de Hemingway según el cual el buen texto es aquel que funciona después de eliminadas todas las frases bonitas y los trucos efectistas. Coincido con Mamet en que la literatura, por encima de todo, debe ser auténtica. Y descriptiva antes que visionaria, regeneracionista o didáctica. Sus apreciaciones sobre cine parten de la contradicción fatal de todo cinéfilo curtido en el cine yanqui: sí, viene a decir Mamet, el cine es pura basura, lo sé, pero me encanta; sirve asimismo de radiografía de la realidad de un tiempo y un planeta por encima de mil y un mamotretos sociológicos y collonades antropológicas.
Mamet, además, es cita obligada en la sala de cine. Como Eastwood o Coppola. Puede decepcionar, como viene haciéndolo en sus últimos films, pero hay en la equivocación todo el peso en víscera de una personalidad y una visión propia del cine y la vida. En sus guiones ha sabido aprovechar su destreza como dramaturgo. Me acuerdo a menudo del diálogo final de El caso Winslow entre la niña bien sufragista y el duro abogado tory.

-Una pena que siga con sus veleidades feministas. Aunque con los años, ya se le pasarán.
-Si piensa eso, señor Morton, es que no conoce a las mujeres. Bien, un placer haberle conocido. Creo que no volveremos a vernos.
-Si cree que no volveremos a vernos, señorita Winslow, es que no conoce a los hombres. Hasta pronto...

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