En el palco dorado,
con su prurito manierista
de cartón-piedra,
ante el silencio de toses y cuerdas
acariciadas
del violonchelo remolón,
acude siempre
la escena de esa joya denostada
por los que no saben. La Vida
privada
de
Sherlock
Holmes
“-Esto es un complot para matarme.
-¡Pero qué dice, Holmes!
-Sí, Watson. Esto es un complot para matarme de aburrimiento.”
Superado el prejuicio inicial disfrutamos moderadamente de “Fidelio”. Fue aplaudida con un chirimiri de manotazos pitxafredes. Y los del Liceo parece ser que saben mucho. No me gustó, en cualquier caso, esa dirección artística de teatro underground. El leve, de color de perro a la huida, expresionismo de la decoración fabril y un final de República bananera con ahorcamiento incluido. Lo hablamos camino de El Flo, donde esperaba una fuente helada de ostras francesas. Pero como estaba entre damas, damas españolas, me guardé muy mucho del comentario con la boca llena de tierna vulva, mar en el paladar y el destello de la piel del mediterráneo agujereando de sol los ojos: “¡Qué ricos están estos coños, hostia!”.
Los del extrarradio, que no podemos salir de casa… Y vendrán fijo mesos amb erre.