Ayer la fresca y demoledora ironía de Enric González ponía orden al desconcierto ideológico popular. En un afán de marcar distancias con todo aquello y ante la perplejidad del respetable, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, declaró que Franco era un socialista. Se supone que por la seguridad social, los pantanos y las cachiporras. Se supone. Por su parte, Mariano Rajoy se autocalificó de “independiente”, con ese cansino cinismo de los casinos provinciales. Hoy el expresidente Aznar da un paso al frente. La cabeza para embestir.
Y el sol se eclipsa por Tarragona.
Pese a todos los peros cinematográficos, el Infierno vasco es una película recomendable para todos aquellos que aún hablan de diálogo, conflicto y complejidad. Esa parsimonia untuosa de jesuitas con txapela.
¡Dios nos asista!